El agua rozaba los dedos de sus pies, el agua tibia, el sol brillante como últimamente había sido, las rocas rodeaban el río, suaves al tacto, pequeños lirios se mecían en las orillas arrullando con ayuda del viento el día. Al voltear su rostro hacia las copas de los árboles, pequeños hilos de luz trepaban por las hojas verdes de aquellos enormes cipreses. El tiempo no pasaba, bien podía haber estado un minuto, una hora o bien un día, ella ni siquiera sabía lo que la palabra tiempo significaba.
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