La pequeña dama era tan reservada, en sus modales y gestos, educada en su hablar y sus modos. Hacía sus reuniones en el jardín con sus invitados de honor, el perro de la familia, el gato del vecino, las mariposas de la calurosa primavera y claro el pequeño pajarillo azul.
Preparaba con esmero estas fiestas, con su vajila de plástico dispuesta sobre el mantel de enacaje, todos parecían obedecer las amables palabras de la niña.
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